miércoles, 23 de marzo de 2011

LO QUE EL VIENTO NO SE PUDO LLEVAR

Yo tengo un cuaderno naranja y bonito. De tapas translucidas donde nada se puede esconder. Es un cuaderno lleno de páginas, con cuadros, y palabras. Tiene muchas palabras. Pero lo que más tiene son sentimientos. Este cuaderno naranja es mi mejor amigo. Es al que yo cuento todo lo que siento, todos mis sentimientos están allí guardados, porque se que es un buen confidente y nunca me juzga.

Ayer pensé que debía hablarte de sentimientos y saque un cuaderno grande y azul, lleno de hojas en blanco. Pero ese cuaderno no conoce bien lo que siento y a cada palabra que escribía me interrogaba preguntándome, porqué ponía esa palabra y no otra. Me sentí mal, muy mal. No quería juicios, ni siquiera dar explicaciones. Quería describir los sentimientos a bocajarro, con la claridad con que los vivo, pero se me hacía difícil y mi mente estaba turbia y confunsa. Así que cerré el cuaderno. Me puse mi pijama de franela, preparé un tazón de leche caliente y cogí mi cuaderno naranja, ese amigo que tan bien me conoce.

Empecé a escribir, y escribí sentimientos cargados de rabia y dolor, pero él no estaba conforme con lo que escribía y después de unas cuantas hojas me dijo: “Detente un minuto. Lee lo que has escrito y dime si te reconoces en tus palabras.” Como cualquier buen amigo me dio un sabio consejo que me hizo recapacitar. Volví atrás, leí, y lloré sin saber de donde habían aparecido esas palabras. Arranque las hojas después de pedirle permiso y juntos fuimos hasta la basura para deshacernos de tanta mentira. Después me calmó diciendo “duerme tranquila, mañana será otro día. Esto también se lo llevará el viento.”

Hoy al despertar tome mi cuaderno naranja y me senté delante de la humeante taza de café. Abrí el cuaderno y empecé a escribir. Nos miramos y entonces supe que el viento se llevó algo, el rencor, la intolerancia, la negatividad. Tome mi pluma y escribí así:

“Debajo de esta isla redonda como una galleta, apenas mordisqueada por los bordes, bañada por la blanca espuma de las olas del mar, se forman habitualmente tormentas tropicales con ganas de volver a casa. Cabalgan entre terribles olas y cuando llegan más allá del océano, al lejano continente, descargan todas las lágrimas que han ido acumulando durante tantos kilómetros de soledad.

Pero esta vez, Delta se sintió perdida y después de partir en busca de todas las tormentas que le precedieron, sintió que quería llevarse algo más. Algún regalo, eso que todas las anteriores echaron tanto de menos durante su viaje. Y volvió atrás. Regresó sobre sus pasos y al tocar tierra, levantó techos, tumbó árboles y derribó muros en busca de aquello que buscaba. Buscaba un amor que llevarse con ella. Y nos encontró a nosotras.
Delta, nunca había visto un amor tan lindo y sincero, un amor tan mágico. Cuatro ojos mirándose con tanta dulzura, dos bocas saciando sus penas, unas almas tan dañadas y con tantas ganas de sanar. Y sopló con fuerza, pero supo que no conseguiría arrancarnos algo que con tanto deseo creamos. Buscó durante unas horas otra pareja con un amor como el nuestro y no lo encontró. De modo que retornó con más virulencia de la que nunca tuvo y nos vio aferrarnos a nuestros sentimientos sabiendo que era lo más preciado que teníamos.

Y no tuvo que pensar mucho.

Supo porque nuestro amor no podría llevárselo. Supo que mientras mantuviéramos la conciencia, nuestro amor estaría a salvo. Por eso el amor es tan fácil de arrebatar. Porque casi todos los enamorados pierden la razón cuando sienten la belleza del amor. Se enamoran de sus emociones, de las sensaciones que el amor les provoca, el ritmo inusual de su corazón, el cosquilleo en el estómago, la sonrisa permanente cuando escuchan la voz de su amada. Y solo piden más y más, olvidándose que quien provoca esas emociones no es el amor, si no la persona que tienen en frente.

Afortunadamente Delta era lista, pero no tenía la fuerza suficiente, esa fuerza que da el sentir tu amor en otra persona, la fuerza que da verte en los ojos de tu amada y saber que cuando parpadees no desaparecerás, la fuerza que da el pedir y aceptar el perdón, el perdonar, el respeto mutuo, el soñar con tu boca y la mía entrelazadas, el caracolear en tu cabello, el colmarte la espalda de caricias, el sentir el calor de tu piel en mis manos horas y horas después de dejarte en casa, el respirar tu aire y compartir el mío.

Hoy se ha roto el cielo y ha llorado la impotencia de Delta por tener que volver a partir sola.”

Ahora al terminar de escribir mi cuaderno naranja ha suspirado conmigo, y me ha dado su bendición. Ahora se que el vendaval se llevo nuestra cordura pero el sueño nos la devolvió. Ese sueño que tú y yo creamos y colmamos de amor mientras dormimos y soñamos, despiertas.

Te amo mi locura,…, te amo con todo



 Autora: Nuria L. Yágüez

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

realmente precioso....pero el amor y la locura nunca se llevaron bien...

Larisa dijo...

Querida Nuria:

Confía en el Sueño. Hay Sueños muy grandes, muy sabios, que no ansían protagonismo, ni salir en la foto, ni que se hable de ellos.

Naranjas son los atardeceres. Eso no puede ser malo.

Te amaré. Y después te amaré.

Creo que la locura, la locura sublime, no se lleva bien con Cupido porque se cansó de darle lecciones.

Abrazos y poemas.

(¡¡Qué grande lo del blog 'te-dije-que-no-pasaría-nada!! ¡¡No será por no avisar!)