miércoles, 9 de febrero de 2011

CUANDO LA SONRISA QUISO SER MAS QUE UNA SONRISA

         En esos tiempos vivía la sonrisa feliz porque era una sonrisa y las reglas de las sonrisas decían que debía ser feliz y sonreír, sobre todo sonreír. Caminaba por todos lados alegrando a quien se cruzaba con ella y buscando otra sonrisa para confirmar la belleza de una sonrisa. Cuando la sonrisa se encontraba con la apatía, esta terminaba sonriendo. Y aunque con el paso del tiempo recuperaba su condición de apatía por lo menos por un segundo había sonreído.

Un día la sonrisa se encontró con el beso. El beso sonrió y se mostró tan agradecido, que besó a la sonrisa. Así la sonrisa descubrió un sentimiento nuevo que nunca había experimentado. Había descubierto la emoción del amor. Pasaron los días y ese sentimiento no desaparecía. Se sentía turbada, pues a ella siempre la habían dicho que una sonrisa debía ser feliz. Pero ahora además de ser feliz había descubierto que también podía amar.



Entonces corrió en busca de otra sonrisa para pedirle consejo. Al encontrarse con ella, esta le explicó que aparte de ser feliz se podía sentir otros muchos sentimientos. Yo soy jovial y activa. Pero ahora estoy pasando por una etapa de transición y en ocasiones me encuentro triste y desorientada. Necesito hallar el equilibrio emocional que me falta y se que mi condición de sonrisa me ayudará en este nuevo camino. En los días que pasó con ella aprendió algo que le hicieron plantearse muchas cosas. Porque ella siempre había sido feliz siendo una sonrisa, pero se había sentido tan bien sintiéndose amada,..., Se le había despertado una sensación de desasosiego que le hacía sentirse incómoda, quería aprender de todos esos sentimientos que nunca había notado. No entendía como una sonrisa podía estar triste y desorientada sin dejar de ser sonrisa. Pero en realidad ella estaba sintiéndose amada e incluso un tanto confusa por aquella nueva revelación.

Había tantos sentimientos por descubrir que sintió la necesidad de aprender.

La joven sonrisa empezó a observar su entorno aquí y allá. Empezó a intuir los sentimientos que se encontraban detrás de la seriedad, del silbido, del beso, de la negación y del suspiro. Descubrió sentimientos muy bonitos y algunos muy duros, pero ninguno le inspiró como para dar sentido a su felicidad.

Entonces se encontró con otra sonrisa muy adulta y sentados en un banco del parque hablaron. La sonrisa joven pacientemente escuchó cada una de las palabras que la sonrisa mayor pronunció. No pasó por encima de sus palabras. Las esculpió dándoles forma con sus labios como el artista que sabe que está creando una obra para el futuro. Puso todo su amor en cada letra, en cada acento y en casa silencio, para dar ritmo de bolero a su suave canción. Pausadamente explicó con bellas palabras, sin tratar de enseñar, si no de que la joven sonrisa descubriera por si misma, el sentido de los sentimientos.

“Los sentimientos –explicó sin decir- no son para conocerlos, si no para dejarse invadir por ellos” La joven sonrisa nunca supo si aquella lección se la habían enseñado a propósito o no. Solo le hizo mirar dentro de sí misma, para reconocer que la búsqueda había terminado. Este sentimiento que anhelaba era la humildad, la intuición y la pureza de espíritu. Y que lo único que necesitaba era la serenidad y el equilibrio para reconocerlos y disfrutarlos.

Lloro de alegría por saber la riqueza que albergaba en su corazón.

Se rodeó de sabios en el tema y realmente aprendió muchas cosas. Pero ella se sentía diferente a todos aquellos maestros y en su empeño empezó a parecerse más a ellos que a sí misma. Había trabajado buscando la paz espiritual, la serenidad y el equilibrio pero notó que cuanto más se acercaba a ellas más se alejaba de la expresión que siempre le había caracterizado. Estaba dejando de ser sonrisa y entonces dudó.

No muy lejos de allí andaba el abrazo y este como siempre atento a la debilidad, acudió corriendo a abrazarle. La sonrisa recuperó su exquisitez como sonrisa. El abrazo dulce, amoroso, sensible le habló con la sabiduría que le otorgaba haber pasado ya por esa fase del aprendizaje. Nunca pierdas tu sentido de ser –le dijo- busca siempre lo que deseas poniéndolo primero en ti.  Convéncete de que eres sereno y encontrarás serenidad en todo lo que te rodea. Pero no dejes de ser tu mismo. Nadie puede decir que una sonrisa no pueda ser serena. Otros pensarán que una sonrisa no puede ser intuitiva porque si intuye la tristeza de la apatía podría contagiarse. Así que si te lo propones, tú puedes ser lo que tú quieras, pero nunca, nunca trates de ser igual que los demás, sino como tú sientas y necesites ser.

Con el paso del tiempo, mucho trabajo y constancia un día se sorprendió al ver una bella sonrisa, radiante de plenitud, serena y llena de los más bellos sentimientos que jamás conoció.  Le sonrió y ella le devolvió la sonrisa de inmediato. Deseó ser tal y como ella era, no pondría ni quitaría nada. Quería para si todos y cada uno de los sentimientos que observaba e intuía.
-          Que linda sonrisa eres- le dijo.
-          No soy una sonrisa, soy solo un espejo. Y reflejo lo que veo.

Aquel día y de aquella forma la joven sonrisa descubrió que su etapa de aprendizaje estaba dando sus frutos, pero la humildad que siempre había llevado dentro le hizo reconocer que no había concluido.




 Autora: Nuria L. Yágüez


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