domingo, 13 de marzo de 2011

ENTRE TU Y TO



         No podría soportarlo por más tiempo y así se lo estaba haciendo saber a Juan cuando llegamos al garaje. En la oficina todos se estaban volviendo locos por momentos y la tensión iba en aumento. Desde que se había extendido el  rumor de la reducción de personal, todos parecían trabajar a marchas forzadas. Todos estaban siempre demasiado ocupados buscándose ayudantes para dejar claro que ellos eran imprescindibles en sus puestos y era los demás los que tenían tiempo de sobra. Y si hasta ese momento no habían ayudado a nadie, habían estado perdiendo el tiempo de la empresa. Pero ahora eran los ayudantes los que estaban de trabajo hasta las cejas, sin tiempo para abrir su boca y los responsables los que se pasaban el día intentando arreglar la situación de la empresa, con reuniones inútiles donde se hablaba y hablaba sin llegar a sacar nada en claro.

Yo no paraba de hablar y Juan escuchaba atentamente todos los comentarios, los detalles y las réplicas de los comentarios con estoicismo y en silencio. Aparcó el coche y fue sacando las bolsas una a una repartiéndolas entre las cuatro manos. Yo las cogía sin dejar de criticar a Sandra y a  Marta a las que había pillado en la sala del café criticando a la secretaria del jefe por hablar por teléfono, cuando ellas en lugar de hablar por teléfono lo hacían bis a bis. Cuando llegamos al buzón Juan lo abrió sin dejar de escuchar como las críticas habían pasado al departamento de ventas por la mala gestión del material de oficina, pues si estaban buscando recortar el presupuesto podíamos empezar por no malgastar en papel de la impresora, en horas de uso de internet con motivos personales, en incontables llamadas absurdas a teléfonos móviles, etc y tal vez así, echarían a una persona menos. Recogió el correo y fue metiendo las cartas entre sus dientes y tirando la propaganda a una de las bolsas de fruta, se detuvo en una carta y después de darle varias vueltas me la puso bajo el brazo. Justo cuando protestaba por la cantidad de cambio que habían hecho en la decoración de los pasillos. Al abrir la puerta soltó todas las bolsas en el pasillo y desapareció tras la puerta del baño.
-      Y luego se pasan el día criticándose unos a otros en lugar de hacer cosas más útiles,...,- dije levantando el volumen para no dejar de hablar.
-      Un momento cariño que no puedo aguantar más, ahora sigues.

Salté por encima de las bolsas para conseguir llegar a la cocina. Al dejar las bolsas tomé la carta preguntándome porque me la había dado a mí en vez de abrirla él como siempre hacía. Y al mirarla detenidamente reconocí inmediatamente la letra. No la abrí enseguida. Había hablado tanto que las palabras todavía retumbaban en mi mente, pero yo ya no estaba allí. La visión de esa letra me había trasladado a otros momentos vividos muchos años antes. Era como una recesión en el tiempo, diez años atrás. La di una vuelta y otra y no había duda, era tu letra. Cuando Juan salió del baño me miró tranquilamente mientras se comía una manzana.
-      ¿Qué pasa? ¿De quien es?

-      De Sara.- Dije con la seguridad de que él sabría a quien me refería.

-      ¿Y qué dice?
-       No lo sé, aún no la he abierto.- A mí la llegada de tu carta me había dejado paralizada pero él seguía danzando por la cocina guardando la compra y dando grandes mordiscos a la manzana. 

-      ¿A que esperas?- Suspiré, la dejé sobre la mesa y empecé también a guardar las cosas que habíamos comprado, sin poder responderle.

Pasé la vista sobre las palabras de aquel sobre cerrado unas cuarenta veces durante la cena sin poder moverlo de donde estaba. Había esperado esa carta tantísimo tiempo que ahora ya no sabía si quería leerla o no. Había esperado tantas veces noticias de ti, y te había echado tanto de menos que ahora no estaba segura de querer volver a las andadas. Toda la elocuencia que me había acompañado durante la tarde se tornó silencio, por aquella dichosa carta.
-      ¿Qué pasa? ¿Qué piensas?- Preguntó Juan.
-      En nada.
-      En algo pensarías.- Dijo tratando de elevar su tono de voz sobre el atronador silencio. Notó que no podía apartar la vista de la carta y él mismo le dirigió una mirada.
-      No pensaba en nada.- Se dio cuenta enseguida y se apartó del tema.
-      ¿Nos vamos a la cama? El día ha sido muy largo.- Yo también me di cuenta de lo que él proponía.
-      Ve tú, voy a recoger un poco la cocina, no puedo dejarla así.- Suspiró y los dos dimos el tema por zanjado. Nuestra relación había llegado a un punto donde las palabras directas se hacían innecesarias. Dejó su servilleta doblada sobre la mesa y me besó dulcemente antes de irse a dormir.
-      Te quiero ¿Lo sabes?- sonreí como respuesta pues estaba claro que lo dos lo sabíamos.
-      Buenas noches amor.
-      No tardes o mañana estarás cansada.

Entonces nos quedamos allí, y a solas, tu carta y yo. Tú y yo.

Volví a mirarla y vinieron a mí, recuerdos no muy recientes. De hacía algo más de diez años. De aquella época en que aprendimos juntas a vivir. Entonces, nada se interponía en nuestro camino. El mundo era demasiado grande para nosotras pero en nuestras mentes, solo estábamos tú y yo. Entonces no éramos, ni lo que ellos decían, ni lo que nosotras creíamos, éramos solamente tú y yo. No había curvas ni espirales, todo era sencillo. Nuestro mundo estaba lleno de personas, pero para nosotras, solo estábamos tú y yo. Éramos la misma persona en dos cuerpos diferentes. Solo estábamos tú y yo. Pero ahora me pregunto dónde quedó aquel tiempo. Ahora pienso porque desaparecieron aquellos años en los que solo estábamos tú y yo. Que lindo recuerdo, tú y yo. Hoy daría mi brazo derecho por una amistad como esa.

Volviendo al presente puse la mano sobre la carta todavía cerrada. La di un par de vueltas más entre mis dedos y por fin la abrí. La carta estaba cuidadosamente escrita con una esmerada letra redonda. En papel antiguo, con pluma estilográfica en un sobre amarillento sellado con lacre rojo y el sello con tus iniciales. Como toda la vida habías hecho, te habías tomado tu tiempo en preparar el ataque. Habías cuidado cada detalle, para parecer más delicada que yo. Si, ya lo sabía y no hacía falta que me lo recordaras. Yo siempre había sido más sencilla. Sentía, y tal y como sentía, actuaba. Tú, por el contrario, actuabas como hubiera actuado una princesa.



Hola Nuria ¿Cómo estas?

Te preguntarás que hago escribiéndote y es lógico, pero a veces creo que es mejor hacer lo que a uno le sale del corazón.

También es posible que sea demasiado tarde para nosotras (o quizá nunca sea tarde) en definitiva, todo viene porque el sábado, abrí la caja de cartas antiguas y destapé la caja de Pandora, me di cuenta que te recordaba con tanto cariño que no podía dejar pasar esta ocasión. El mismo cariño con el que recuerdo a otras personas y que desgraciadamente hoy no puedo escribirlas.

Pensé en llamarte pero deseché la idea porque me sería muy difícil expresarte lo que siento y probablemente tu te preguntarías “¿a que viene esto?”.

Mi vida ha cambiado mucho, supongo que la tuya también, es probable que ni siquiera recibas esta carta pero prefiero intentarlo.

En fin, si piensas como yo a pesar del tiempo y crees que valdría la pena vernos esta es mi dirección...

... Sigo trabajando en el mismo sitio.

Me encantaría tener noticias tuyas, aunque si no te apetece lo entenderé.

Besos

Sara





Tu caligrafía no había cambiado, tu mismo estilo, tu misma esencia. Seguías siendo tú. Tras esas palabras seguía apareciendo la misma chica fresca, alegre y divertida, que un día fuiste, pero también la pulcra y casi calculadora. Eran pocas las palabras que intentaban convencerme de un nuevo encuentro, porque la seguridad en ti misma, te hacía suponer que yo accedería enseguida. Sin embargo, no me dejabas un resquicio por donde huir. Me dabas la dirección de tu casa, tu teléfono personal, la dirección de tu trabajo, tu teléfono directo, tu dirección de e-mail, tu número de fax,...,  Y volvías a poner la responsabilidad en mis manos.

Mi vida también ha cambiado mucho, pero en esencia ha cambiado mi forma de verla y vivirla. De momento no supe que sentir pues la rabia cegó mi vista. Te había despreciado tantas veces, te había culpado tantas veces de haber tirado mi corazón por tierra, que ahora no podía aceptar que me dijeras lo que me decías, que me apreciabas y me sigues apreciando. No podía aceptar que me pasaras la bola dando la vuelta a la tortilla, porque yo estaba segura de no querer recoger ese testigo que me tendías. En un principio, ni siquiera estaba dispuesta a mirar si me lo ofrecías, y había accedido, pero ahora estaba segura de no querer aceptar tu propuesta. Tú volvías dispuesta a demostrarme que era yo la que no había hecho nada por salvar nuestra amistad. Pero estabas equivocada. La dejadez que me invadió en aquellos días era una tabla de salvación. Volví a meter la carta en el sobre y la tiré sobre los restos de comida. No podía permitirme el lujo de volver a sufrir por ti. Antes de seguir sintiendo me fui a la cama a dormir. Dejando la cocina tal y como estaba.

Un mes había pasado en el que poco a poco fueron volviendo a mí, recuerdos de entonces. Yo me negaba a revivirlos pero se colaban en mis sueños y horadaban mi alma. A veces te encontraba oculta entre mis conversaciones y entonces me reprendía a mi misma por dejarte entrar en mi vida de nuevo. Fueron tantas las experiencias que juntas vivimos,..., Formaban parte de mi y eso no podía olvidarlo. En una ocasión leí en algún sitio que el hombre que olvida su historia corre el riesgo de cometer los mismos errores. Quería olvidarte pero ahora me preguntaba si habías sido un error en mi vida o el error lo cometimos al apartar nuestros caminos. ¿A qué venía ahora escribir esta carta, como si siguiera siendo tu mejor amiga? ¿Tal vez te encontrabas sola? ¿Tal vez intentabas recobrar antiguas amistades porque no tienes otras? ¿Tal vez tenías un profundo y tremendo dolor en tu alma y necesitabas una mano amiga que te ayudara a comprender que la vida es más de lo que a veces parece? Volvió a mí el recuerdo de nuestro distanciamiento y te aparté de un plumazo de mi mente. No podía ni imaginar, si así era, que vinieras a pedir ahora, aquello que me negaste tajantemente cuando yo lo necesité.

     Siempre te había culpado a ti y supongo que de la misma manera tú habrás encontrado motivos suficientes para apartar de ti toda sombra de culpabilidad. Cada una tendrá su versión de los hechos donde con seguridad, se encontraran pocas coincidencias. Pero pienso que ha pasado demasiado tiempo como para entender la causa. No es momento de encontrar culpables, es momento de buscar un nuevo cruce de caminos. No podía entender porque estaba sintiendo esto. Por que estaba planteándome una nueva oportunidad. Después de lo que me hiciste no te la mereces. Pero así es la vida y así soy yo. La seguridad guía tus pasos pero la duda rige mi vida. Me maldije por haberme desecho de la carta. Todavía tenía un resquicio por donde buscar. Me habías dicho que seguías trabajando en el mismo sitio. Buscaría el teléfono y te llamaría allí.

No tardé en encontrarlo. No resulto difícil, una simple llamada a información me guió hacia aquel cruce de caminos. Pero entonces comprendí que no era tu teléfono lo que necesitaba. Era valor.

Hoy he cogido el teléfono y he marcado los primeros números. Siento que me ahogo. He dudado y opto por depositar el auricular sobre la horquilla con cuidado. Suspiro profundamente tratando de recuperar la serenidad perdida. No puedo creerme que una simple llamada me esté costando tanto trabajo. ¿Será porque recuerdo tanto dolor como amistad? ¡Y cuánto te quise Sara! Por más que lo intentes nunca alcanzarás a imaginarlo. Me tiembla el pulso y se me ha acelerado la respiración. Miro los papeles de mi mesa como si en ellos fuera a encontrar las palabras oportunas. “No sigas un guión, improvisa, me digo a mi misma, ella habría seguido una infalible estrategia, tú eres simplemente tú y sigues tus pasos”. Vuelvo a descolgar y marco todos los números de un tirón.
-      Dígame.- No puedo creerlo, es tu voz. Me aparto el teléfono de la oreja como si pudieras verme por la línea telefónica. Es estúpida mi reacción, pero esperaba que fuera otra persona la que contestara al aparato. Cuando me lo vuelvo a acercar a la oreja, sigues repitiendo.- ¿Hola? ¿Hola?

Justo en este momento comprendo que diez años son demasiados. Que un motivo como el que originó nuestro distanciamiento hubiera resultado suficiente para convertir el punto y aparte, en un punto y final. Ahora se que diez años, después de aquello, son insalvables para cualquier persona, pero también siento que diez años después de tanto amor no son nada y el dolor sigue estando en mi alma. Me encuentro aquí, escuchándote sin nada que decirte. Me siento estúpida por no poder siquiera contestarte, pero siento que el tiempo y las circunstancias habrán moldeado nuestros caracteres de forma diferente, y será imposible volver a encontrar aquella inseparable amiga del alma que un día fuiste. Hoy tú serás tú y yo seré yo, ya no existirá un tú y yo, si no un tú y un yo. Ya no habrá nada de aquello que un día nos mantuvo unidas, y los recovecos de nuestras almas que un día encajaban a la perfección se habrán ido erosionando de forma diferente. Mientras mantengo todavía el auricular pegado a mi oreja, cuelgo delicadamente con la otra mano, despacito para que no escuches que me estoy yendo. Siento algo que me oprime el alma pero por primera vez, después de mucho tiempo, estoy contenta de haber hecho algo con total convencimiento.

No me juzgues mal. No pienses que he sido cobarde. Yo sé valorar el hecho de que hayas dado un primer paso al escribir esta carta. Pero también hay que ser muy valiente para decir “basta”. Quiero que seas realista y comprendas que ya no hay nada que hacer. Tal vez si esta carta hubiera llegado antes,..., Tal vez, pero nunca se sabrá. Trata de ser feliz, yo siempre valoraré esta carta por encima de todas las cosas que de ti recuerde. Ahora cerraré el sobre, pondré un sello y esperaré que hayas comprendido todas y cada una de las palabras que aquí te he puesto.



 Autora: Nuria L. Yágüez







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