miércoles, 22 de diciembre de 2010

AUSENTE

Hoy me encuentro sola encerrada en mi cuerpo, prisionera de mi misma, habitante y habitáculo de mi propio yo. Sola, esa es la palabra que mejor define mi estado actual, SOLA.

Hubo un día en que yo me reía de todo, por reírme me reía hasta de mi propia sombra. Tenía un novio, un grupo de amigos y empezaba a forjarme un futuro prometedor. Salía los fines de semana a los locales de moda y disfrutaba como el que más. Mi felicidad era estable y robusta. Pocas cosas la hacían peligrar.

Mi incipiente inclusión en el mundo laboral, prometía grandes logros. Ahora pienso si tenía un hada madrina que velaba mis sueños y guiaba mis actos. Porque a mi alrededor se hablaba de un futuro incierto para la juventud, pero ese no era mi caso. Del sufrimiento del que muchos jóvenes son presa a consecuencia de las drogas, pero a mi mundo no llegaron. De lo difícil que se suponía una independencia a temprana edad, yo sin embargo la había adquirido hacía mucho tiempo. Había conseguido equilibrar la balanza; ni tenía todo a mi favor ni todo en contra. Vivía con lo que tenía, luchando por lo que deseaba.

Hoy lloro al recordar todo lo que tuve, y las lágrimas no salen de mis ojos pero ahogan mi corazón. Hay pocas cosas que pueda hacer por mi misma, pensar, respirar y poco más. Algunos signos exteriores llegan a mi, pero no hay nada que yo pueda hacer por unirme a los demás seres vivos. No hay nada con lo que yo pueda expresar lo que hay en mi interior, de modo que ellos piensan que ya no hay nada, y no es así. Aunque no se exactamente donde, se que sigo aquí. Se que dentro de mi cuerpo aún queda algo que late y vive, y con eso tengo lo necesario para seguir luchando.

Presiento el día y la noche por los sonidos que llegan a mi. Pero mi mundo ha quedado reducido a la oscuridad de mi interior, a mis pensamientos y a imaginar lo que pasa más allá de mi propio ser. Debo estar unida a una máquina de esas que marcan el latido del corazón pues un eterno, aunque más que eterno espero que sea duradero, pitido acompaña mi constante letargo. Sé cuando llega el día, porque tras la puerta que me aísla del resto de pacientes todo se agita. Además hay una chica joven cuya voz ya reconozco que entra y delicadamente empieza a lavar mi cuerpo. Cambia las sábanas de mi cama y con voz suave, para que nadie la oiga me explica cada cosa que me hace. Agradezco su delicadeza pero odio ese momento, no sólo tengo desnudo mi cuerpo si no mi intimidad, mi dignidad y hasta mi pudor. Aunque aquí nadie parece darse cuenta.

A media mañana mi madre entra en la habitación, me cambia las almohadas de posición, sin saber si quiero cambiar de postura. Y me echa una colonia fresca que odio pero no puedo decírselo. Ella no suele hablarme directamente, pero a petición de la enfermera lee su libro en voz alta. No puedo seguir el tema de la novela pero me gusta la voz profunda, cálida y pausada de mi madre cuando lee. Me tranquiliza y me relaja. Es como mi estabilidad emocional, puedo estar arriba o abajo, que cuando la oigo a ella todo queda en su estado natural. Nunca la había percibido así hasta ahora. La gente normal no suele  percibir estas sutilezas, pero hay tantas cosas y tantos sentimientos que delatan una voz,..., Cuando se tienen los cinco sentidos y vives totalmente unido al mundo externo, pasas demasiadas cosas por alto. Cosas tan importantes como una caricia, un olor, unas palabras dulces y sobre todo una sonrisa. Dios mío cuanto hace que no escucho una risa sincera.

Son cosas que en mi estado cobran un significado especial, y que si se tomaran más en cuenta y fuéramos todos un poco más sinceros todo iría mejor. ¿O acaso sería demasiado duro ser realmente sincero? Porque si todos supiéramos lo que piensan de nosotros ¿no habría demasiada gente infeliz? Quizás me cuestiono demasiado las cosas pero ahora tengo pensamientos así muy a menudo. ¿La sociedad es tan insensible por naturaleza o por comodidad? ¿Le importa a la gente lo que piensen de ella o actúan con maldad inconscientemente? Son cosas en las que deberíamos pensar de vez en cuando.


Siempre a la misma hora un agradable olor a comida, que nunca he probado, lo invade todo y cuando este desaparece, entra una enfermera que provoca en mi sentimientos muy contrarios. Es muy cariñosa y alegre. Todos los días me dice que se llama María y que va a estar conmigo toda la tarde, me pregunta como estoy y como si yo la hubiese contestado sigue la conversación, <<Me alegro de que sigas mejorando>>. Quizás sea la única persona que sepa que sigo aquí. Pero cuando mi madre habla con ella, lejos de mi, por supuesto, suele llorar y eso me hace pensar que mi estado no mejora. Me duele pensar lo que tiene que estar sufriendo. Me gustaría tanto que por lo menos supiese que puedo oírla...

¡Cuando te encuentras en este estado te conformas con tan poco! Quizás sea egoísmo pero cuando tienes todo no lo valoras, y siempre te parece que es poco. Sólo después de haberlo perdido te das cuenta de que deberías haber sido más feliz con lo que tenías. Pero probablemente sea ley de vida, el subir o bajar las metas en relación a lo que tengas. Si no ¿qué sentido tendría vivir el día a día pensando que no hay nada por lo que luchar? ¿Es acaso cuestión del ser humano llegar a un fin? ¿No podemos vivir sin más? Necesitaremos vivir siempre intentando llegar a esa felicidad que cuando crees al alcance de las manos sube más alto y vuelves a perder. Son cosas en las que deberíamos pensar de vez en cuando.

Por la tarde vuelve mi madre y con ella la fuerza que necesito para saber que todo sigue igual. Que el mundo sigue girando y que quizás un día yo también pueda girar con él y no sobre él. A veces me quedo dormida antes de que llegue mi madre y cuando despierto y la oigo me da rabia haber desperdiciado un momento de estar con ella. No se si será por el apoyo que me ofrece, pero ahora, me gusta sentirla a mi lado mucho más que antes. Cuando se va a ir siempre me pone unos cascos con música suave. Ese momento también es encantador porque me gusta la música. Quizás lo haga para que no sepa cuando se va pero me da rabia no darme cuenta. Quizás simplemente se lo ha recomendado la enfermera porque a veces noto que ella no pone mucha convicción cuando se dirige a mi. Creo que no me habla porque piense que puedo oírla, si no porque necesita hablar conmigo.

No se exactamente desde cuando ni porqué estoy así, pero la cáustica conversación de los que se acercan a mi, me hacen tener pocas expectativas de que un día pueda volver a ser la misma de antes. Lo último que recuerdo es que iba en moto con mi novio por una oscura carretera y después una inmensa luz y un túnel. Sentía una paz interior superlativa y una fuerza extraña que me llevaba hacia el interior, y mientras andaba podía ver como flases que contaban la historia de mi vida. Una fina lluvia plateada y brillante me mojaba la cara. Antes de llegar a la luz del final del tunel algo que yo reconocí como si fuera un angel me dijo que no debía llegar al final, que aún me quedaban cosas por terminar en la vida. Después bruscamente, algo como una gran descarga me sacó de allí.

No recuerdo nada más, pues los primeros días mi cerebro no coordinaba como ahora. Cuando mi cabeza está más despierta pienso que debimos tener un accidente, pero como todo en mi vida desde entonces, no son mas que conjeturas. Pienso mucho en mi novio, me preocupa que no haya venido nunca a verme. ¿Habrá muerto?

Alguna vez pienso en la muerte y no me da miedo. Lo que me da miedo es no poder salir nunca de este estado de soledad y desamparo. Lo que me da miedo es no estar ni con los vivos, ni con los muertos. Lo que temo es no saber donde estoy. ¿Por qué nos espantará lo desconocido? ¿Por qué nos asustará tanto la muerte si no sabemos si lo que hay al otro lado es mejor? No será tan malo cuando nadie vuelve... Estas son cosas en las que deberíamos pensar de vez en cuando.

Son tantas la ideas que rondan mi cabeza... Por ejemplo desde hace unos días mi padre no viene a verme cuando está mi madre. Viene más tarde que nadie y esto le hace tener que discutir con las enfermeras, pero muchas veces nos dejan estar solos cinco minutos, en los que se dedica a acariciarme el pelo tristemente, no habla ni hace ruido alguno pero se que es él por su perfume, es inconfundible. Aunque cada vez se distancian más sus visitas. Me pregunto si tendrá algo que ver con el nuevo matiz que ha tomado la voz de mama. Ahora suena más pausada y suave, y se emociona más a menudo. Yo creo que ellos también se sienten solos.

Ayer noté algo nuevo y maravilloso, sentí frío. Cuando la enfermera de la tarde vino a verme, abrió la ventana porque hacía mucho calor y pude oler la primavera. Mi carne se puso de gallina por aquella sensación. Nadie pudo verlo pero fue algo mágico. Después la obligaron a cerrarla pero nadie pudo calmar ese sentimiento que se despertó en mí. Me sentí más cerca de ellos, supe que afuera todo sigue su curso, las flores crecen y cuando salga de aquí yo las veré, correré entre ellas, y sentiré con más intensidad que nunca que estoy en el mundo de los vivos, porque presiento que volveré. O al menos así lo espero.

Dios mío si realmente existes o si allá arriba hay alguien, aunque no seas Tu, haz algo por mi. Haz que pronto pueda decirle a mi madre que la quiero. Ahora tengo tantas ganas de vivir. A pesar de todo lo malo que hemos creado en el mundo, la vida puede ser tan bonita. Hay tantas cosas que hacer todavía. Déjame que al menos lo intente. ¿Por qué nos empeñamos en vivir deprisa si tenemos toda una vida por delante para mejorar lo que nos rodea? Si cada persona del mundo dedicara un día al año a colmar las necesidades de otra persona ¿No seríamos más felices? Seríamos mucho más afortunados, tanto el que recibe como el que da. Si dar engrandece el corazón ¿por qué nos empeñamos en seguir siendo enanos egoístas y avariciosos? Estas son cosas en las que deberíamos pensar de vez en cuando.

Hoy mi mente está más lúcida, y por eso puedo pensar y recordar todo esto, pero no siempre es así. Al principio me costaba mucho hasta mantenerme despierta dentro de mi ausencia. Debieron apagar mi ansiedad con sedantes. Estaba como envuelta en una maraña de pensamientos extraños donde se repetía una y otra vez el momento del accidente. Y volvía a sentir el mismo miedo, y la misma angustia. Pero ahora todo es más sereno, hoy soy más consciente de lo que pasa ahí fuera, al otro lado de mi cuerpo. Hoy parece que estuviera recuperando todos los sentidos.

Esta mañana vino el médico y no se porqué pero me pellizcó el brazo y pude sentirlo con claridad. La enfermera me dijo que lo hacía muy bien pero yo no hice nada, sólo lo aparté. Todos parecieron relajarse y hasta sonrieron a mi lado cuando alguien hizo un chiste malo. Estoy contenta porque por fin lo he conseguido, ¡He escuchado una tímida sonrisa! ¡Los enfermeros también sonríen!. ¿No son maravillosos?

Mi madre ha estado aquí conmigo como cada tarde y lloró de alegría mientras se lo contaban. Yo también lloré con ella, a mi modo claro está, porque oí decir a la enfermera que era una buena señal. Además hubo algo más, se que me ha traído lilas he podido oler su perfume, se que estaban a mi izquierda y me ha emocionado porque son mis flores favoritas y ella lo sabe. Pero después se las regaló a la enfermera del turno de tarde. No lo entiendo ¿si son mías por qué se las llevan? de todas formas si es que se las tenían que llevar alguien me alegro de que se las haya regalado a ella, es la más amable. Se las merece, eso y mucho más.

Mi madre ha estado muy risueña. Hoy si me habló directamente a mí y no conmigo. Me estuvo dando ánimos para que volviera a la vida. Pero si no me he muerto, pensé yo. Algo me dejó en este mundo entre lo conocido y lo desconocido, del que yo no puedo salir. No depende de mi pero lucharé, yo lucharé por ella. Acaba de irse y ya empiezo a echarla de menos.

No se que me pasa, empiezo a sentirme mal de nuevo. Mis fuerzas me fallan y mi cabeza no rige como debería. Siento como si mi cuerpo fluyera de dentro y algo se me escapara del interior. Me duele el brazo como si me estuvieran pinchando constantemente y veo una luz. Parece la luz que me trajo a este estado de ausencias y esto hace temblar mi cuerpo. Pero no está el túnel, ¿Dónde está la paz interior? Siento miedo y ganas de gritar. No entiendo que pasa. No se hacia donde voy. Me siento débil y aturdida, esa es la palabra, así es como estoy, muy aturdida.

Cuando mi cabeza sale de esa espiral vertiginosa, veo un techo blanco y una chica pelirroja que me está hablando. No se quien es, ni donde estoy, y me encuentro muy débil. Trato de moverme pero no puedo. Alguien dice que avisen a mi madre, que he salido del estado de coma y me emociono sin saber porque, al pensar que vendrá a mi lado. Me pongo a llorar como una tonta, estoy muy nerviosa, pero ella me acaricia la mano y trata de tranquilizarme. Que amable es conmigo, trato de pensar en ella pero no, no la conozco. ¿Por qué será tan cariñosa conmigo si no la conozco? ¿Por qué está tan contenta de verme si no me conoce? ¿Por qué parece que nos conociéramos si nunca antes la había visto? ¿Por qué brillan sus ojos de esa forma?

¿Quién eres? ¿Dónde estoy? ¿Qué me ha pasado?‑ Intento preguntar pero mi voz no sale de mi mente, aunque ella parece no notarlo y me contesta que no me preocupe, que no trate de hablar. Que he tenido un accidente y estoy en un hospital. Me habla con cariño pero hay algo en su mirada que me asusta, muchísima compasión.

Debe ver el miedo en mis ojos. No recuerdo haber tenido ningún accidente, ni haber ido a ningún hospital, ni siquiera se de donde sale ese dichoso pitido. Pero la voz de esta chica me parece encantadora y trato de pensar. Me resulta muy difícil, ¿donde la he oído antes? Supongo que he estado mucho tiempo dormida. Sin saber porque un nombre viene a mi mente, María.

De pronto mi madre entra en la habitación, me mira desde el quicio de la puerta y consigue articular dos palabras que ya suponía, "Te quiero". Llora abrazada a mi, y no sé porqué, pero me alegro de verla. Necesito que alguien me cuente que ha pasado, pues creo haberme perdido algún capítulo de mi vida.

Cuando mi madre consigue tranquilizarse, me pregunta la enfermera que si estoy bien. Y con mucho esfuerzo consigo mover la cabeza en sentido afirmativo. "Me alegro preciosa", me contesta con una gran sonrisa. Pero no sabe que yo me alegro más todavía. A pesar de no poder hablar me siento muy unida a ellas, y a todo lo que me rodea. Me siento muy eufórica pero interiormente trato de tranquilizarme, quiero levantarme y correr, y participar en todo lo que me rodea, quiero volver a vivir. Quiero hablar y contar como me estoy sintiendo.

Me pide que descanse pero no puedo. Mi mente está muy alterada y tengo algo en la garganta que no me deja respirar lo que me pone más nerviosa. Me explica que es una sonda nasogástrica, y que el brazo me duele porque tengo inyectado el suero, pienso que va a tener muchas cosas que explicarme. Intento recordar algo de lo que me ha estado pasando y no puedo. Tengo la sensación de haber estado hablando conmigo misma durante años y ya no tengo nada que decirme, pero de todo ello ya sólo me queda un vago recuerdo, una impresión. En mi mente aparece un vacío que me evita poder comprender algunas cosas. Estoy muy aturdida y no logro mantener mis pensamientos hasta terminar de darles formas. Pero me emociono. Las lágrimas corren mansamente por mis mejillas y no me siento con fuerzas para contenerlas, pero tampoco para llorarlas.

En silencio, sin recordar nada de lo que me pasó cuando estuve en coma, aislada por una infección, me encuentro más acompañada que nunca. He dejado atrás la soledad que me vino a visitar un día. Y a pesar del miedo que me atenaza algo me hace sentirme feliz. La alegría debe ser más contagiosa que aquella infección, pues a mi madre la brillan los ojos de una forma especial. Será tonta. Esta guapísima, la guiño un ojo mientras me aprieta la mano emocionada, y me sonríe. Me emociono y rompo a llorar de nuevo sin saber porque. Nunca había imaginado lo que una sonrisa puede expresar pero es maravilloso, tenía que ser obligatorio sonreír al menos veinticuatro horas al día. ¿No sería bonito?. Siento que estas son cosas en las que deberíamos pensar de vez en cuando.


 Autora: Nuria L. Yágüez




Seguir leyendo(...)