Ese día entró en la biblioteca por pura casualidad. Se sorprendió de ver tantos libros, tantas historias y sintió la curiosidad de un niño y quiso escucharlas. De pronto sonaron todas las palabras al unísono como una explosión, y del estruendo quedó sordo.
Lloró durante dias de la emoción.
Había perdido el amor por la música. Y aunque no podía escucharla, le gustaba ponerla a todo volumen para sentir las vibraciones en su pecho. Lo mejor es que había descubierto el arte de la palabra, pero solo apreciaba el de la palabra escrita. También le gustaba sentir las vibraciones que las palabras provocan en su pecho.
Había perdido el amor por la música. Y aunque no podía escucharla, le gustaba ponerla a todo volumen para sentir las vibraciones en su pecho. Lo mejor es que había descubierto el arte de la palabra, pero solo apreciaba el de la palabra escrita. También le gustaba sentir las vibraciones que las palabras provocan en su pecho.
Autora: Nuria L. Yágüez
3 comentarios:
No hay nada como leer.
Es vivir más veces.
Besos.
Jo, a más de uno debería pasarle eso. Un relato muy armonioso.
Cuando uno lee se queda sordo y penetra en ese otro mundo que sólo las palabras entienden.
Besos, Nuria.
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